Agua de calidad.
Coger un vaso, abrir el grifo,
llenarlo de agua y beber es un acto tan simple para algunos como impensable o
incluso imposible para otros. Las propiedades del agua no son las mismas en
todas partes, de ahí que en muchos hogares se haga necesario instalar
purificadores que inhiban el exceso de cal o de minerales, entre otros
componentes.
La pureza, la textura, el sabor
y el color del agua son propiedades que difieren de unos lugares a otros; o lo
que es lo mismo, el agua que
se bebe en Madrid no es la misma que se bebe en Valencia, citando algunos
ejemplos a nivel nacional. Las diferencias entre países son mucho más
exageradas, por no hablar de aquellos en los que ni siquiera existe acceso a
agua potable de manera habitual. No obstante, existen soluciones asequibles que
puedes instalar en tu hogar para convertir un agua mediocre en buena, y “la
buena en excelente”, como citan algunas compañías especializadas en este
sector.
Propiedades del agua
El Ministerio de Sanidad y
Consumo advierte que “se califica como agua apta para el consumo cuando no
tiene ningún tipo de microorganismo, parásito o sustancia, en una cantidad o
concentración que pueda suponer un peligro para la salud humana; y cumple con
los requisitos especificados para los parámetros microbiológicos, químicos,
indicadores de calidad y radiactivos”.
Pero no todas las aguas
potables son iguales. Si has estado en las zonas de costa, habrás comprobado
que el agua que sale del grifo tiene un sabor mucho más fuerte que el que se
puede beber en las zonas de montaña. La diferencia principal radica en los
niveles de mineralización y dureza, principalmente, así como en la presencia de
nitratos y nitritos. Asimismo, el agua que consumamos debe ser neutra, es
decir, ni ácida ni alcalina, para evitar problemas tanto de salud del consumidor
como de corrosión de tuberías. Y en lo que respecta a los niveles de pH
permitido, debe situarse alrededor de 9,5.
Instalación de
purificadores de agua
En cualquier caso, no todas las
aguas potables son iguales. Y aunque todas son aptas para el consumo humano,
por el mero hecho de ser potables, puedes paliar sus diferencias de sabor con
la instalación de purificadores de agua. Su mecanismo es bien sencillo: se
trata de un pequeño sistema colocado en la canilla del grifo, que consta de una
unidad filtrante —conglomerado de gránulos de carbón activado— por la que debe
atravesar el agua para ser purificada.
Otros modelos más complejos
incorporan, además de del carbono, un filtro de sedimentos y las propiedades de
los rayos ultravioletas: en una primera fase de filtración, el sistema elimina
las partículas de polvo, óxidos y sólidos en suspensión; después, el cartucho
de carbono activo por el que pasa el agua reduce el contenido de cloro y de los
compuestos que producen los malos olores; por último, el agua recibe un
tratamiento de rayos ultravioleta, cuyo alto poder germicida elimina cualquier
bacteria, virus, microorganismo o germen que haya podido quedar en el agua,
incluso después de haber atravesado los dos pasos anteriores.
Con todo, y teniendo en cuenta
que el agua que llega a nuestros grifos ya ha atravesado potentes sistemas de
filtración y desinfección, no está de más incrementar el nivel de seguridad del
agua que bebemos. Y más si en tu casa reside alguna persona con problemas de
estómago, o con una salud débil, lo que la convierte en más propensa a contraer
virus y enfermedades. Al menos, ahora sabes cómo evitar que el agua sea el
causante de éstos y convertirla en tu secreto de salud y belleza.
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